Con respeto y amor fuimos al encuentro del río y de la gente. El río Curi Leuvu se encontraba casi seco.
Primero, al inicio de la performance, fue una instalación sonora e interactiva.
Hablamos nosotros, invitamos a la gente a dar testimonio y se hizo presente el sonido del
río. Y también canciones de agua.
En la segunda parte, con el sonido continuando, entramos caminando firmes y
concentrados por el cauce del río con las extensas telas. Fuimos a arropar y señalar al río.
Señalar su ausencia. Tal vez a invocarlo…
Luego se desplegó el espejo plástico, el Espejismo, el material extraño, tecnológico. La
intervención humana. Los seres se confunden creyendo que es agua, se chocan con el
espejo.
Por último, regamos las letras de piedra que formaban la palabra Río.
Y regresamos por el cauce del río con los cuencos, concentrados y conmovidos por la
ceremonia.
La obra nos relacionó con las personas del público a través de la memoria y de los
testimonios. Abrió a la reflexión de lo importante que es el río y a preguntas disparadoras
como: A dónde se fue el río? Qué pasó con el río?
Aparece: lo necesario que es. Su ausencia. La incertidumbre. La pérdida. La obra señala
esa ausencia del río y también lo honra.
